"La vida interior es la vida del
silencio elocuente y fecundo. En ese silencio maduran las buenas intenciones,
se elaboran los sueños que dan sentido a nuestra esperanza y nacen las palabras
transformadoras de la realidad...
José es el patrón de la gran mayoría de la
humanidad que pasa desapercibida y anónima en este mundo, que vive en el
silencio y no pocas veces es condenada a vivir en el silencio inicuo, cuando
sería preciso hablar, protestar y gritar contra palabras que mienten y acciones
que oprimen.
Representantes de un poderoso cristianismo
popular, cotidiano y anónimo del que nadie toma nota. En él viven la gran
mayoría de los cristianos, nuestros padres, abuelos y parientes que toman en
serio el evangelio y el seguimiento de Jesús.
Más que patrono de la Iglesia universal, es
el patrono de la Iglesia doméstica, de los hermanos y hermanas más pequeños de
Jesús.
Es un representante de la "buena
gente", de la "gente humilde", sepultada en su día-a-día gris,
que se gana la vida con mucho trabajo y lleva honradamente a sus familias por
los caminos de la honestidad. Se orientan más por el sentimiento profundo de
Dios que por doctrinas teológicas sobre Dios.
Para ellos, como para José, Dios no es un
problema sino una luz poderosa para solucionarlos.
El silencio de José muestra la fecundidad del
no hablar, del hacer; del no expresarse…, pero estando en el lugar acertado con
su presencia y su acción.
SAN JOSÉ – JOSÉ ARREGUI – Las Flores de
San José –
Fe Adulta
Pues bien, de las pocas cosas que nos
dicen de José los evangelios es que era "justo", y yo prefiero
traducirlo como "bueno". Un hombre bueno, que es muy distinto de un
hombre perfecto, y muy distinto de un hombre extraordinario.
Un hombre muy normal, con sus más y sus
menos, pero más inclinado a confiar en el otro que a vigilarlo, a tener
compasión que a guardar rencor, a alegrarse con el bien ajeno que a envidiarlo,
a comprender al débil que a condenarlo, y más dado a quererse que a juzgarse.
Un hombre no carente de dolores y
amarguras, pero no amargado ni crispado. Un trabajador
(carpintero-albañil-fontanero) capaz de sufrir y de gozar en su trabajo, y
honesto, muy honesto al cobrar.
Un hombre humilde y libre, que es lo
mismo.
Un hombre creyente, que es como decir:
capaz de padecer el silencio, la ausencia, la tardanza de Dios, pero capaz
también de desahogar en Dios todas las penas y de descansar en Él cada noche y
de seguir esperando el día del consuelo universal.
Y, mientras hacía el bien, aun sin
saberlo, José enseñaba a Jesús a ser bueno, a ser hombre, a ser creyente, a ser
feliz en la pobreza, a ser compasivo, a esperar siempre, a inventar parábolas,
a llamar a Dios dulcemente "abbá", a soñar a Dios, a encarnar a Dios.
Y eso es lo más grande de José, y lo más
cierto: que fue el padre de Jesús. Y lo más grande de Jesús es que pasó la vida
haciendo el bien, aunque así le fue. Pero el que hace el bien resucita siempre
en la bondad poderosa que es Dios.
“La vida interior es la vida del silencio
elocuente y fecundo. En ese silencio maduran las buenas intenciones, se
elaboran los sueños que dan sentido a nuestra esperanza y nacen las palabras
transformadoras de la realidad…
José es el patrón de la gran mayoría de la
humanidad que pasa desapercibida y anónima en este mundo, que vive en el
silencio y no pocas veces es condenada a
vivir en el silencio inicuo, cuando sería preciso hablar, protestar y gritar
contra palabras que mienten y acciones que oprimen. Representantes de un poderoso
cristianismo popular, cotidiano y anónimo del que nadie toma nota. En él viven
la gran mayoría de los cristianos, nuestros padres, abuelos y parientes que
toman en serio el evangelio y el seguimiento de Jesús.
Más que patrono de la Iglesia universal, es el patrono
de la Iglesia doméstica, de los hermanos y hermanas más pequeños de Jesús. Es
un representante de la "buena gente", de la "gente
humilde", sepultada en su día-a-día gris, que se gana la vida con mucho
trabajo y lleva honradamente a sus familias por los caminos de la honestidad.
Se orientan más por el sentimiento profundo de Dios que por doctrinas
teológicas sobre Dios.
Para ellos, como para José, Dios no es un problema
sino una luz poderosa para solucionarlos
El silencio de José muestra la fecundidad del
no hablar, del hacer; del no expresarse…, pero estando en el lugar acertado con
su presencia y su acción”.
Extracto de Leonardo Boff – Servicios Koinonia
Pues bien, de las pocas cosas que nos dicen
de José los evangelios es que era “justo”, y yo prefiero traducirlo como
“bueno”.
Un hombre bueno, que es muy distinto de un
hombre perfecto, y muy distinto de un hombre extraordinario.
Un hombre muy normal, con sus más y sus
menos, pero más inclinado a confiar en el otro que a vigilarlo, a tener
compasión que a guardar rencor, a alegrarse con el bien ajeno que a envidiarlo,
a comprender al débil que a condenarlo, y más dado a quererse que a juzgarse.
Un hombre no carente de dolores y amarguras,
pero no amargado ni crispado. Un trabajador (carpintero-albañil-fontanero)
capaz de sufrir y de gozar en su trabajo, y honesto, muy honesto al cobrar.
Un hombre humilde y libre, que es lo mismo.
Un hombre creyente, que es como decir: capaz
de padecer el silencio, la ausencia, la tardanza de Dios, pero capaz también de
desahogar en Dios todas las penas y de descansar en Él cada noche y de seguir
esperando el día del consuelo universal.
Y, mientras hacía el bien, aun sin saberlo, José enseñaba a Jesús a ser bueno, a ser hombre, a ser creyente, a ser feliz en la pobreza, a ser compasivo, a esperar siempre, a inventar parábolas, a llamar a Dios dulcemente “abbá”, a soñar a Dios, a encarnar a Dios.
Y, mientras hacía el bien, aun sin saberlo, José enseñaba a Jesús a ser bueno, a ser hombre, a ser creyente, a ser feliz en la pobreza, a ser compasivo, a esperar siempre, a inventar parábolas, a llamar a Dios dulcemente “abbá”, a soñar a Dios, a encarnar a Dios.
Y eso es lo más grande de José, y lo más
cierto: que fue el padre de Jesús. Y lo más grande de Jesús es que pasó la vida
haciendo el bien, aunque así le fue. Pero el que hace el bien resucita siempre
en la bondad poderosa que es Dios.
Flores
de San José - Mario Arregui – Fe Adulta