SAN JOSÉ UN APORTE DE M.BOVÉ


SAN JOSE – LEONARDO BOFF – Servicios Koinonia


"La vida interior es la vida del silencio elocuente y fecundo. En ese silencio maduran las buenas intenciones, se elaboran los sueños que dan sentido a nuestra esperanza y nacen las palabras transformadoras de la realidad...

José es el patrón de la gran mayoría de la humanidad que pasa desapercibida y anónima en este mundo, que vive en el silencio y no pocas veces es condenada a vivir en el silencio inicuo, cuando sería preciso hablar, protestar y gritar contra palabras que mienten y acciones que oprimen.

Representantes de un poderoso cristianismo popular, cotidiano y anónimo del que nadie toma nota. En él viven la gran mayoría de los cristianos, nuestros padres, abuelos y parientes que toman en serio el evangelio y el seguimiento de Jesús.

Más que patrono de la Iglesia universal, es el patrono de la Iglesia doméstica, de los hermanos y hermanas más pequeños de Jesús.

Es un representante de la "buena gente", de la "gente humilde", sepultada en su día-a-día gris, que se gana la vida con mucho trabajo y lleva honradamente a sus familias por los caminos de la honestidad. Se orientan más por el sentimiento profundo de Dios que por doctrinas teológicas sobre Dios.

Para ellos, como para José, Dios no es un problema sino una luz poderosa para solucionarlos.

 El silencio de José muestra la fecundidad del no hablar, del hacer; del no expresarse…, pero estando en el lugar acertado con su presencia y su acción.




SAN JOSÉ – JOSÉ ARREGUI – Las Flores de San José –
Fe Adulta

Pues bien, de las pocas cosas que nos dicen de José los evangelios es que era "justo", y yo prefiero traducirlo como "bueno". Un hombre bueno, que es muy distinto de un hombre perfecto, y muy distinto de un hombre extraordinario.

Un hombre muy normal, con sus más y sus menos, pero más inclinado a confiar en el otro que a vigilarlo, a tener compasión que a guardar rencor, a alegrarse con el bien ajeno que a envidiarlo, a comprender al débil que a condenarlo, y más dado a quererse que a juzgarse.

Un hombre no carente de dolores y amarguras, pero no amargado ni crispado. Un trabajador (carpintero-albañil-fontanero) capaz de sufrir y de gozar en su trabajo, y honesto, muy honesto al cobrar.

Un hombre humilde y libre, que es lo mismo.

Un hombre creyente, que es como decir: capaz de padecer el silencio, la ausencia, la tardanza de Dios, pero capaz también de desahogar en Dios todas las penas y de descansar en Él cada noche y de seguir esperando el día del consuelo universal.

Y, mientras hacía el bien, aun sin saberlo, José enseñaba a Jesús a ser bueno, a ser hombre, a ser creyente, a ser feliz en la pobreza, a ser compasivo, a esperar siempre, a inventar parábolas, a llamar a Dios dulcemente "abbá", a soñar a Dios, a encarnar a Dios.

Y eso es lo más grande de José, y lo más cierto: que fue el padre de Jesús. Y lo más grande de Jesús es que pasó la vida haciendo el bien, aunque así le fue. Pero el que hace el bien resucita siempre en la bondad poderosa que es Dios.


  

“La vida interior es la vida del silencio elocuente y fecundo. En ese silencio maduran las buenas intenciones, se elaboran los sueños que dan sentido a nuestra esperanza y nacen las palabras transformadoras de la realidad…
José es el patrón de la gran mayoría de la humanidad que pasa desapercibida y anónima en este mundo, que vive en el silencio  y no pocas veces es condenada a vivir en el silencio inicuo, cuando sería preciso hablar, protestar y gritar contra palabras que mienten y acciones que oprimen. Representantes de un poderoso cristianismo popular, cotidiano y anónimo del que nadie toma nota. En él viven la gran mayoría de los cristianos, nuestros padres, abuelos y parientes que toman en serio el evangelio y el seguimiento de Jesús.
Más que patrono de la Iglesia universal, es el patrono de la Iglesia doméstica, de los hermanos y hermanas más pequeños de Jesús. Es un representante de la "buena gente", de la "gente humilde", sepultada en su día-a-día gris, que se gana la vida con mucho trabajo y lleva honradamente a sus familias por los caminos de la honestidad. Se orientan más por el sentimiento profundo de Dios que por doctrinas teológicas sobre Dios.
Para ellos, como para José, Dios no es un problema sino una luz poderosa para solucionarlos
El silencio de José muestra la fecundidad del no hablar, del hacer; del no expresarse…, pero estando en el lugar acertado con su presencia y su acción”.  

 Extracto de Leonardo Boff – Servicios Koinonia

Pues bien, de las pocas cosas que nos dicen de José los evangelios es que era “justo”, y yo prefiero traducirlo como “bueno”.
Un hombre bueno, que es muy distinto de un hombre perfecto, y muy distinto de un hombre extraordinario.
Un hombre muy normal, con sus más y sus menos, pero más inclinado a confiar en el otro que a vigilarlo, a tener compasión que a guardar rencor, a alegrarse con el bien ajeno que a envidiarlo, a comprender al débil que a condenarlo, y más dado a quererse que a juzgarse.
Un hombre no carente de dolores y amarguras, pero no amargado ni crispado. Un trabajador (carpintero-albañil-fontanero) capaz de sufrir y de gozar en su trabajo, y honesto, muy honesto al cobrar.
Un hombre humilde y libre, que es lo mismo.
Un hombre creyente, que es como decir: capaz de padecer el silencio, la ausencia, la tardanza de Dios, pero capaz también de desahogar en Dios todas las penas y de descansar en Él cada noche y de seguir esperando el día del consuelo universal.

Y, mientras hacía el bien, aun sin saberlo, José enseñaba a Jesús a ser bueno, a ser hombre, a ser creyente, a ser feliz en la pobreza, a ser compasivo, a esperar siempre, a inventar parábolas, a llamar a Dios dulcemente “abbá”, a soñar a Dios, a encarnar a Dios.
Y eso es lo más grande de José, y lo más cierto: que fue el padre de Jesús. Y lo más grande de Jesús es que pasó la vida haciendo el bien, aunque así le fue. Pero el que hace el bien resucita siempre en la bondad poderosa que es Dios.
 Flores de San José - Mario Arregui – Fe Adulta